La Autoridad y el Crecimiento

Mientras oraba una mañana, Dios habló a mi corazón con la siguiente frase, Antes de la autoridad es el crecimiento. Quedé pensativo tratando de entender lo que eso significa. De repente vino un cuadro a mi mente de un niño queriendo hacer algo que solo un adulto está capacitado y autorizado para hacer.

Hace algunos años fue reportada una triste noticia, un niño de unos 3 o 4 años de edad, que iba sentado en la parte de atrás de una carreta de compras en un supermercado, mientras la mamá estaba ocupada en poner las compras en el mostrador, su niño metió sus manos en la cartera de su madre, la cual estaba al lado de él, buscando quizá algo con qué jugar, sacó una pistola e inocentemente disparó dándole un tiro mortal a su mamá. Una tragedia dolorosa para la familia y para el niño. Definitivamente, el niño no sabía el poder que tenía en las manos, no estaba preparado y capacitado por la edad.

La autoridad puede ser destructiva como puede ser para bien. Todo depende del que la usa, y del conocimiento y preparación que tenga. Una cosa es verdad, para ejercer autoridad correctamente, primero hay que crecer y capacitarse. Por esa razón el Apóstol Pablo amonesta a la iglesia de Éfeso diciendo, “…No seamos como niños fluctuantes, llevados por dondequiera de todo viento de doctrina, por estratagema de hombres para engañar emplean con astucia las artimañas del error.” (Efesios 4:14). Notemos la palabra “ fluctuantes”, que viene del verbo “fluctuar” es básicamente oscilar o sea, ciclos de incrementar y bajar. Un niño se espera que crezca físicamente e intelectualmente. En lo espiritual es lo mismo. Imaginémonos a un niño que crece físicamente y mentalmente como se espera normalmente; pero, después de un año, ese niño baja de estatura en lugar de crecer físicamente y mentalmente, comienza a comportase como un bebé. Como padres nos alarmaríamos, ¿no es así? Espiritualmente, es lo mismo. Tenemos que crecer en todo aspecto.

Como creyentes, Jesús nos delegó Su autoridad. Esto conlleva una tremenda responsabilidad que tenemos que crecerla en nosotros, porque nuestra autoridad depende de nuestro crecimiento espiritual. En Lucas 10, Jesús delega Su autoridad a 70 discípulos para una misión. En el verso 19 les dice, “He aquí os doy potestad de hollar serpientes y escorpiones, y sobre toda fuerza del enemigo, y nada os dañará”. Es obvio, que estos discípulos que Jesús escogió, habían alcanzado un nivel de crecimiento para confiarles y delegarles Su autoridad. Un recién convertido no hubiera soportado la misión y probablemente lo hubieran matado. Se trata de crecer para hacer.

En mis comienzos como un niño en el Evangelio, aprendiendo emocionado en cuanto al poder de la fe. Aprendimos en cuanto a Marcos 11:23, “Porque de cierto os digo que cualquiera que dijese a este monte: Quítate y échate en el mar, y no dudare en su corazón, sino creyere que será hecho lo que dice, lo que diga le será hecho”. Para hacer la historia corta, me atreví a creer por algo grande que la iglesia necesitaba y “tomé pasos de fe” al final, quedé como un ridículo ante personas con las que estaba haciendo un negocio. Esto por supuesto me afectó en gran manera y empecé a tener dudas de la veracidad de la Palabra de Dios; esto en si (la duda) es señal de falta de crecimiento. Más adelante, el Señor me enseñó que no estaba preparado, en otras palabras, era como un bebé queriendo hacer algo que no estaba capacitado; mis músculos espirituales todavía no estaban desarrollados para ejercer tal autoridad. El problema de muchos cristianos es que se quedan como niños, no crecen.

El camino de la fe, que es tan importante que la Palabra nos dice que sin ella (fe), es imposible agradar a Dios (Hebreos 11:6). El agradar a Dios, no solo implica el caminar en fe, sino crecer y aumentar en ella también. La fe nos da autoridad para hacer lo mismo que Jesús hacía en Su primera venida y aún mayores cosas, Jesús dijo antes de partir de regreso con Su Padre (lea Juan 14:12).

Proverbios 4:18 dice, “…La senda de los justos es como la luz aurora, que va en aumento hasta que el día es perfecto”. Para hacer las cosas que Jesús hacía y aún mayores, tenemos que crecer en fe, ejercitar esos músculos de la fe poco a poco y crecer a la estatura de Cristo. ¿Imposible? De acuerdo a Jesús, para eso fuimos llamados. Pero, recordemos que no puede haber autoridad divina sin crecimiento.

Más adelante hablaremos otro aspecto del poder de la autoridad.

Bendiciones.

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